viernes, 30 de marzo de 2012

Martes


Esperé en el andén más de veinte minutos. El piso de la estación estaba húmedo y las columnas de hierro, heladas. Me hundí en la campera, y resignada a seguir ahí parada un rato largo, cerré los ojos.

Pasaron tres o cuatro trenes de los que van para el lado contrario al que voy yo. Algunos no pararon. Me empecé a preocupar. No quería mirar el reloj, pero el sol, delator, estaba cada vez más arriba. La chicharra de la barrera andaba mal y sonaba todo el tiempo.

De repente, las palomas que se habían amontonado entre las vías volaron: estaba llegando, por fin. Me subí al sucio armatoste de hierro y me dejé llevar, una vez más. El día recién empezaba.

miércoles, 21 de marzo de 2012

A un mes del horror

Mañana se cumple un mes de la tragedia de Once. Y el efecto del paso del tiempo parece implacable: ya salen pocas noticias en los diarios y en la televisión. Incluso los que viajamos en tren de a poco nos vamos olvidando. Caemos en una especie de estado de inconciencia, nos adormecemos, nos callamos. Nos acostumbramos a la idea de que pasó lo que pasó y seguimos adelante.

Pero hay formas de  despertarse. De seguir reclamando justicia. De seguir exigiendo un cambio en los sistemas de transporte público en los que millones de personas viajamos todos los días, soportando servicios deficientes, peligrosos, sucios y en mal estado.
¿Cómo? Mañana, por ejemplo, los familiares y amigos de las víctimas están organizando una reunión en el hall de la estación para manifestarse pacíficamente a través del arte. Convocan a todos los que quieran ir a partir de las 17.30 con instrumentos musicales, pinturas, malabares... Después, a las 20, salen para concentrase en la plaza Miserere. Además, también esta previsto un "bocinazo" a las 8.30 de la mañana. ¡Hagamos ruido! El que quiera oir, que oiga.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Nos siguen tomando el pelo


Finalmente, hoy renunció Juan Pablo Schiavi. Catorce días después de la tragedia de Once, el ahora ex Secretario de Transporte envió a la Presidenta una afectuosa carta de renuncia, que casualmente se hizo pública. Si no la vieron, se las dejo acá abajo. No tiene desperdicio:




Sí, leyeron bien. No, no es una broma. Después de lo que pasó, este señor se atreve a decir que asumió en 2008 como presidente de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) “para empezar a cambiar la historia ferroviaria de nuestro país”. Al parecer, cuando en 2009 fue designado Secretario de Transporte en reemplazo del cuestionadísimo Ricardo Jaime se olvidó rápidamente de aquel noble propósito.

Pero hay más: la carta en todo momento hace hincapié en que el motivo de la renuncia es el estado de salud del ex Secretario. La leí varias veces, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, con y sin anteojos, busqué y busqué, pero fue en vano. No hay ni una coma de autocrítica. Ni una palabra. Ni una frase. Nada.

Por respeto a los que viajamos todos los días en tren, por la evidente ineficiencia de su gestión, por los 51 muertos y más de 700 heridos... por todo eso debería haber renunciado en primera instancia. No por problemas de salud, que no cuestiono, pero que a esta altura deberían ser problemas de índole personal de un ex funcionario.

Por otro lado, de qué partido político nació, a qué edad abrazó la denominada causa nacional y popular y si cometió o no algún pecado venial -sí, también se atreve a ser irónico con su paso por otros partidos y gobiernos- son datos simplemente desubicados. Resulta desagradable que intente mostrarse frente a los ciudadanos como un patriota que acudió solícito al llamado del ex presidente Kirchner.

Háganos un favor, tómese los días que necesite para recuperarse de sus problemas cardíacos y póngase fuerte para encarar la parte de culpa que le toca cuando la justicia lo convoque. Mientras tanto, trate de no viajar en transporte público. Es decadente.

jueves, 1 de marzo de 2012

Mensaje


Hoy descubrí estos carteles pegados en una de las estaciones del Sarmiento. Y me sentí identificada con esa necesidad de decir algo de este pasajero. De asumir que somos parte de lo que pasó, de no callar, de no olvidar. De acompañar, de alguna manera. No sé. Cada uno busca y encuentra la forma.







Además, hoy viajé mal. Esperé bastante, me subí a un vagón repleto, tuve calor... pero traté de no quejarme, ya que se supone que con TBA intervenida hay menos trenes porque los están controlando. Y traté de confiar. De creer que mínimamente algo va a cambiar. No porque sean buenos y de pronto les importemos: simplemente porque otro accidente así no le conviene a nadie.