sábado, 11 de agosto de 2012

Las puertas del infierno

Una tarde cualquiera el cielo se puso naranja, casi rojo. Llamaradas de luz se colaban por todos lados, iluminando con fuego cada rincón. Mientras tanto, zombies urbanos esperaban en cada estación y sus sombras, largas, negras, aterradoras, cruzaban el andén. Parecía el fin del mundo.

Me bajé confundida, mareada. El vendedor de garrapiñadas que se para justo delante de la barrera gritaba que se habían abierto las puertas del infierno. Me dio miedo. Caminé rápido y me alejé. A las pocas cuadras noté que el cielo había empezado a oscurecerse. Las puertas se cerraron, pensé. Por fin.


domingo, 22 de julio de 2012

La historia de la tragedia


Graciela Mochkofsky es periodista y acaba de publicar su quinto libro: Once, viajar y morir como animales. Cuando me enteré, pensé ¿ya hicieron un libro? Sí, ya. Y bienvenido sea. 

Todo aquello que ayude a visibilizar el tema, a acercarlo a quienes no viajan en tren, a generar conciencia y a causar indignación, sirve. 

El primer capítulo se puede leer gratis acá. Parece ser una investigación periodística seria. Esperemos que la justicia haga la propia.

miércoles, 20 de junio de 2012

¡Aplausos! Llegó el tren

Foto: Gabriel Llorens
Pasajeros varados en la estación Castelar festejaban ayer a la tarde que una formación vacía y de las nuevas –más precisamente la que tiene los rostros de Néstor Kirchner  y Hugo Chávez ploteados en tamaño gigantografía (?)- los rescatara del frío y la espera.


Mientras tanto, la voz del andén anunciaba que el tren en el que yo viajaba se convertía en rápido Morónliniersfloresonce. Eso implicaba bajarse y esperar otro, pero sinceramente no fue tan grave.

Con el olorcito de un feriado inminente en la conciencia -que se mezclaba con otros aromas de la estación Morón que no vale la pena describir- me banqué la espera sin chistar, fantaseando con que mis nietos vean el tren soterrado y con una frecuencia de 3 minutos. Soñar no cuesta nada.


domingo, 27 de mayo de 2012

¿El fin de TBA?

El último jueves el gobierno finalmente le quitó la concesión de la línea Sarmiento y Mitre a Trenes de Buenos Aires. Mi primera reacción fue una mezcla de alegría y alivio, una sensación de que por fin algo empezaba a cambiar. Pero al entusiasmo inicial le siguió el interés por saber cómo iba a ser ese cambio. Y como con tantas otras cosas, nada me queda demasiado claro.

En principio, las noticias anunciaban que Ferrovías (del grupo Emepa) y Metrovías (la del subte, sí, del grupo Roggio) eran las firmas que se iban a hacer cargo de los servicios que manejaba TBA. El esquema planteado es el de una unión transitoria de empresas que "actúan por cuenta y orden del Estado", el mismo que el que se puso en marcha en 2005 para el San Martín y 2007 para las líneas General Roca y Belgrano Sur, cuyas concesiones le fueron revocadas a Metropolitano. Esta unión de empresas no es otra que la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (Ugofe), de la que forman parte Ferrovías,  Metrovías y .... TBA. Se supone que la semana que viene esta última sería desplazada. De lo contrario, nada tendría sentido.

En conclusión, la solución propuesta es una especie de parche, algo transitorio. O por lo menos eso espero. Porque la "e" de la sigla Ugofe es de "emergencia". Aunque, a juzgar por los hechos, desde 2005 que esta unión de emergencia maneja el San Martín. Pasaron siete años y según dicen, mejoró la regularidad de los servicios y aumentó la cantidad de pasajeros transportados, pero se sigue viajando mal.

En fin, tendremos que seguir atentos y ver qué pasa, pero a primera vista, no parece haber ningún plan serio y a largo plazo para que en todas las líneas se viaje mejor.


domingo, 20 de mayo de 2012

Caras por justicia

Este martes se cumplen 90 días de la tragedia ferroviaria en la que 51 personas murieron y otras 700 sufrieron heridas, algunas muy graves. En tres meses nada cambió e increíblemente parece que todo va a seguir igual si no nos movemos nosotros. El video que está acá abajo invita a sumarse a una iniciativa de los familiares de las víctimas.



No nos olvidemos de Once. No nos cansemos de pedir justicia. 


jueves, 26 de abril de 2012

Invierno

Helado y sucio. Como cada invierno, por las ventanillas rotas de los vagones viejos se cuela el frío y la decadencia. Las estaciones parecen abandonadas, con chapas al costado de las vías y postes caídos. Las secuelas del temporal colaboran para que la escena sea casi dramática.

Ya está empezando la época en la que comienzo y termino mis días arriba del tren. Si no fuera porque siempre hay alguna historia cacheteándome la rutina, nada tendría sentido.





viernes, 20 de abril de 2012

Servicio normal


Una pasajera preguntó hoy a la mañana si era cierto que el tren funcionaba con demoras, como decían en la tele. El empleado de TBA, acodado sobre uno de los molinetes, le respondió:

-No señora, servicio normal.

Normal es una palabra rara. ¿Qué es normal? Según el diccionario de la Real Academia Española, normal es aquello que “se halla en su estado natural”. Me resisto a pensar que el tren naturalmente tarde 20 minutos y naturalmente preste un servicio como el que se muestra en el siguiente video, que fue grabado hoy en un vagón con destino Once:




No nos confundamos, esto no es normal. Esto es simplemente decadente.




viernes, 13 de abril de 2012

¿Gratis?


El 22 de febrero TBA dejó de controlar que los usuarios del Sarmiento paguemos el pasaje. Antes de la tragedia de Once los controles ya eran bastante laxos, pero después directamente dejaron de existir. A la mañana, muchas veces, las estaciones se ven así:

Molinetes y puerta lateral, liberados
Lo que no cambió a pesar de lo que pasó fue la forma en que viajamos. A menos de diez días de que se cumplan dos meses, los usuarios de esta línea seguimos subiendo a trenes abarrotados, sucios y demorados. Estas fotos son de esta semana:

Desde afuera, pasajeros apretados contra el vidrio o colgados del estribo

Desde adentro. En este vagón volví hoy.

¿Tiene que pasar algo peor para que tomen conciencia? No nos interesa viajar gratis, queremos viajar dignamente. El precio que pagamos quienes ponemos el cuerpo y nos  tomamos el tren todos los días es muy superior al valor de un boleto. A 51 personas les costó la vida. ¿Es tan difícil de entender?


viernes, 6 de abril de 2012

Destrucción


Nunca vi nada parecido. El miércoles a la noche, en zona oeste, pasó un huracán. Un tornado. Una ráfaga de furia ambiental que arrasó con todo.

Varias chapas retorcidas decoraban una de las estaciones del tren -clausurada- cual guirnaldas de un árbol navideño gigante. 

Árboles sanos, justamente, quedaron muy pocos. Los demás murieron, no de pie, sino mas bien acostados. Se partieron al medio troncos añosos, de madera dura, volteándolo todo: rejas, techos, vidrios, paredes, postes de luz.  El planeta se enojó. Y le sobran los motivos.



viernes, 30 de marzo de 2012

Martes


Esperé en el andén más de veinte minutos. El piso de la estación estaba húmedo y las columnas de hierro, heladas. Me hundí en la campera, y resignada a seguir ahí parada un rato largo, cerré los ojos.

Pasaron tres o cuatro trenes de los que van para el lado contrario al que voy yo. Algunos no pararon. Me empecé a preocupar. No quería mirar el reloj, pero el sol, delator, estaba cada vez más arriba. La chicharra de la barrera andaba mal y sonaba todo el tiempo.

De repente, las palomas que se habían amontonado entre las vías volaron: estaba llegando, por fin. Me subí al sucio armatoste de hierro y me dejé llevar, una vez más. El día recién empezaba.

miércoles, 21 de marzo de 2012

A un mes del horror

Mañana se cumple un mes de la tragedia de Once. Y el efecto del paso del tiempo parece implacable: ya salen pocas noticias en los diarios y en la televisión. Incluso los que viajamos en tren de a poco nos vamos olvidando. Caemos en una especie de estado de inconciencia, nos adormecemos, nos callamos. Nos acostumbramos a la idea de que pasó lo que pasó y seguimos adelante.

Pero hay formas de  despertarse. De seguir reclamando justicia. De seguir exigiendo un cambio en los sistemas de transporte público en los que millones de personas viajamos todos los días, soportando servicios deficientes, peligrosos, sucios y en mal estado.
¿Cómo? Mañana, por ejemplo, los familiares y amigos de las víctimas están organizando una reunión en el hall de la estación para manifestarse pacíficamente a través del arte. Convocan a todos los que quieran ir a partir de las 17.30 con instrumentos musicales, pinturas, malabares... Después, a las 20, salen para concentrase en la plaza Miserere. Además, también esta previsto un "bocinazo" a las 8.30 de la mañana. ¡Hagamos ruido! El que quiera oir, que oiga.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Nos siguen tomando el pelo


Finalmente, hoy renunció Juan Pablo Schiavi. Catorce días después de la tragedia de Once, el ahora ex Secretario de Transporte envió a la Presidenta una afectuosa carta de renuncia, que casualmente se hizo pública. Si no la vieron, se las dejo acá abajo. No tiene desperdicio:




Sí, leyeron bien. No, no es una broma. Después de lo que pasó, este señor se atreve a decir que asumió en 2008 como presidente de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) “para empezar a cambiar la historia ferroviaria de nuestro país”. Al parecer, cuando en 2009 fue designado Secretario de Transporte en reemplazo del cuestionadísimo Ricardo Jaime se olvidó rápidamente de aquel noble propósito.

Pero hay más: la carta en todo momento hace hincapié en que el motivo de la renuncia es el estado de salud del ex Secretario. La leí varias veces, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, con y sin anteojos, busqué y busqué, pero fue en vano. No hay ni una coma de autocrítica. Ni una palabra. Ni una frase. Nada.

Por respeto a los que viajamos todos los días en tren, por la evidente ineficiencia de su gestión, por los 51 muertos y más de 700 heridos... por todo eso debería haber renunciado en primera instancia. No por problemas de salud, que no cuestiono, pero que a esta altura deberían ser problemas de índole personal de un ex funcionario.

Por otro lado, de qué partido político nació, a qué edad abrazó la denominada causa nacional y popular y si cometió o no algún pecado venial -sí, también se atreve a ser irónico con su paso por otros partidos y gobiernos- son datos simplemente desubicados. Resulta desagradable que intente mostrarse frente a los ciudadanos como un patriota que acudió solícito al llamado del ex presidente Kirchner.

Háganos un favor, tómese los días que necesite para recuperarse de sus problemas cardíacos y póngase fuerte para encarar la parte de culpa que le toca cuando la justicia lo convoque. Mientras tanto, trate de no viajar en transporte público. Es decadente.

jueves, 1 de marzo de 2012

Mensaje


Hoy descubrí estos carteles pegados en una de las estaciones del Sarmiento. Y me sentí identificada con esa necesidad de decir algo de este pasajero. De asumir que somos parte de lo que pasó, de no callar, de no olvidar. De acompañar, de alguna manera. No sé. Cada uno busca y encuentra la forma.







Además, hoy viajé mal. Esperé bastante, me subí a un vagón repleto, tuve calor... pero traté de no quejarme, ya que se supone que con TBA intervenida hay menos trenes porque los están controlando. Y traté de confiar. De creer que mínimamente algo va a cambiar. No porque sean buenos y de pronto les importemos: simplemente porque otro accidente así no le conviene a nadie.



martes, 28 de febrero de 2012

Mirar para otro lado

Mañana se cumple una semana de la tragedia de Once y hoy descubrí con sorpresa que algunos argentinos que no viajan en tren creen que quienes lo hacemos somos bestias. Que rompemos todo, que quemamos formaciones -con bidones de nafta escondidos en la cartera, aparentemente- que viajamos en lugares “inadecuados” y que nos abalanzamos hacia los primeros vagones para bajar antes, como si en hora pico fuese posible moverse medio centímetro hacia cualquier dirección.


Por favor, no busquen justificativos que no justifican absolutamente nada. No miren para otro lado. Puedo llegar a “entenderlo” si el que esgrime estos argumentos es un político o un empresario que se quiere sacar la responsabilidad de encima. Pero ¿un ciudadano común?

Parece que no alcanza con decir que a los heridos tuvieron que rociarlos con vaselina y aceite para poder deslizarlos hacia afuera del tren hecho un acordeón. Parece que no alcanza con escuchar que 51 personas murieron aplastadas unas con otras, entre hierros retorcidos. Parece que no alcanza con enterarse que cada dos por tres hay principios de incendio en vagones por un desperfecto eléctrico (sin la intervención de los salvajes pasajeros, por cierto).

No, claro. Si viajamos fenómeno…

viernes, 24 de febrero de 2012

La peor noticia

Faltaban pocos minutos para las seis de la tarde cuando me subí a un tren viejo en la estación de Ituzaingó. El andén estaba lleno de carteles con la cara de Lucas y los números de teléfono de sus familiares. Entré al vagón pensando en que ojalá lo encontraran pronto, perdido o internado con otro nombre. Pero la realidad me cacheteó una vez más con la peor noticia: un grupo de jóvenes lloraban, parados, cerca de una de las puertas. Llevaban carteles y cinta adhesiva. Y una tristeza infinita mezclada con bronca, indignación y desconsuelo.

El accidente fue terrible. Pero si algo le faltaba a esta tragedia es que un cuerpo haya estado tres días arriba del tren que chocó sin que nadie lo notara. Su familia deambulando por hospitales, sus amigos pegando carteles, todos difundiendo su foto por redes sociales… Y estaba ahí, en la estación. Es increíble.

jueves, 23 de febrero de 2012

Nada

Después de lo que pasó ayer, tener que leer esto y escuchar esto otro, es alienante. Sentimos vergüenza, miedo, desamparo, bronca, indignación… Y no hacemos nada.

Por unos cuantos días, los noticieros van a mantener el tema activo. Y después, ¿qué? Lo mismo que pasó con el accidente de Flores: nada. Absolutamente nada. Las barreras siguen andando mal. Los trenes andan mal. Y nosotros, como manadas suicidas, nos seguimos subiendo. Aceptamos lo inaceptable. Nos arriesgamos pensando que en definitiva en algún momento nos va a tocar, sea en tren, auto o colectivo.

Y elegimos el tren porque es lo más rápido y lo más barato... Porque no perdemos las esperanzas de que en algún momento las cosas cambien. Porque creemos en el destino. Pero esto no se llama destino: se llama corrupción, desidia, desinterés, malversación, robo. Delito. Asesinato.

No dejemos que nos sigan matando. Reclamemos la renuncia de funcionarios impresentables. Reclamemos el fin de la concesión de TBA. No nos olvidemos ni nos acostumbremos. Nos seamos indiferentes. Nos merecemos algo mejor.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Sin sentido

Las imágenes hablan por sí solas. Hoy, en un accidente idiota, cincuenta muertes se sumaron a la larguísima lista negra del ex ferrocarril Sarmiento. Muertes absurdas, inexplicables y cruentas. Cientos de heridos, algunos muy graves. Familiares vagando por hospitales y morgues. ¿Qué más tiene que pasar? ¿Se van a dar cuenta de que esta situación no da para más?

Hoy, mientras volvía, pensaba en la historia de todos aquellos padres, hijos, hermanos, amigos y vecinos que salieron de su casa para ir a trabajar y que no van a volver. Podría haber sido yo. Podría haber sido un familiar. O ese señor que estaba adelante mío y que pidió un ida y vuelta a Once. O aquel chico que veo todos los días en el andén. O esa señora que hoy me alcanzó mi boleto, que se me cayó cuando salí, apurada, a subirme al tren que llegaba.

Todos vamos a morir algún día y de alguna manera que el destino, Dios o quien quiera que sea elija para nosotros. Pero morir así, de una forma tan estúpida, tan cruel y tan evitable, no tiene ningún sentido.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Conversación

Otra vez el calor. El malhumor, la transpiración y la espera. Y esos asientos con alfombrita que me dan escozor. De sólo pensar en sentarme en alguno se me erizan los pelos de la nuca: manchados, sucios con restos de chicles viejos que ya no pegotean pero ahí están, negros de tanto roce. Hábitat ideal para el desarrollo de pulgas, el asiento con tela absorbe la transpiración de infinitos pasajeros, todos los días. Olores, bacterias, efluvios de cualquier tipo…todo va a parar al asiento, que apenas desocupado nos recibe calentito. Razones suficientes para viajar parada aunque me esté cayendo del cansancio.

Justamente, estaba parada cuando se desocupó un lugar y una mujer, compadeciéndose de mi cara de no-doy-mas, me indicó que me podía sentar ahí antes que algún caballero me primeriara el asiento.

-No gracias, sentarme me da mas calor todavía – mentí.

Este breve intercambio dio lugar a una conversación involuntaria en la que ambas nos quejamos del verano y de la lentitud de la formación, me contó a dónde bajaba, qué iba a hacer, preguntó donde bajaba yo… en fin. Me quedé pensando si compartir nuestras penurias con un compañero ocasional de desventuras nos alivia de alguna manera. Creo que no. Definitivamente no.

martes, 7 de febrero de 2012

Tren caliente

Caras cansadas, transpiradas, hinchadas. La atmósfera en un vagón de los viejos, sin aire acondicionado, era insoportable. La ropa se me pegaba al asiento de cuerina y sentía las gotas de transpiración bajar por la espalda. A pesar de los vidrios rotos y las ventanillas abiertas, no entraba el aire y el sopor era tanto que adormecía.

Con los ojos entreabiertos miré hacia el tren que iba en sentido contrario: los pasajeros se mantenían de pie aplastados unos a otros como una suerte de masa humana compacta, con algunos desprendimientos colgando de las puertas. Imaginé el aire irrespirable, el contacto pegajoso… Si yo me sentía mal en mi vagón -donde sobraban los asientos- lo que estaban sufriendo ahí enfrente era indescriptible.

¿Es tan difícil de solucionar o será que ningún funcionario se toma el trabajo de subir a un tren para entender de qué hablamos cuando decimos que viajamos mal?

jueves, 2 de febrero de 2012

Englishman in Morón

Me senté, cansada. Hacía mucho calor y en el vagón la altísima temperatura de una tarde de verano se triplicaba. Un chico de unos tres años lloraba a unos pocos metros de mi asiento. Distraída, no le presté atención por unos cuantos minutos. De pronto reparé en que, entre sollozos, estaba hablando un idioma que no era castellano. Agucé el oído y me detuve a observar al entorno del pequeño: el padre -alto, rubio y corpulento- y dos hermanos más grandes, de unos ocho y seis años. Estaban rodeados de mochilas y bolsas que hacían suponer que venían de pasar el día en una pileta. Las caras rubias, coloradas, delataban una jornada a pleno sol. El niño seguía llorando e intentaba trepar sobre el padre, ante la mirada indiferente de los otros dos.

- You are not going to climb here, baby.

- Daddy…daddy… I want to sit near the window….daddy…please…

Una familia charlando en inglés como-si-nada reforzó mi teoría de que nunca perderé mi capacidad de asombro mientras siga viajando en tren. Presté atención durante el resto del recorrido que compartimos. Después de que el padre le pidiera por enésima vez que se callara, el nene empezó a disminuir el volumen de su llanto. Entre lágrimas, y en inglés, le pidió perdón por haberse comportado tan mal. Luego intentó pelar un caramelo que terminó en el suelo, retomó el llanto, y por último argumentó ganas de hacer pis.

- There is no bathroom at the tren – explicó el padre, que mechaba algunas palabras en un español muy forzado, con propósito desconocido.

No pude evitar intentar adivinar cuál podría ser el motivo para que esta familia estuviera viajando a bordo del Sarmiento, pero ninguna de mis hipótesis tenía demasiado sentido. Llegó mi parada. Salí al andén sonriendo, incrédula. El tren da para todo.

Del tren y otros demonios

El tren siempre me atrajo. De chica, si lo tomábamos era para ir al centro, y eso ya era sinónimo de aventura. De grande, cuando empecé a viajar a diario, perdió toda la magia. Sin embargo, hace tiempo descubrí que el tren es un escenario que nos pone a prueba, nos define tal como somos y si prestamos atención, nos cuenta todos los días una historia distinta.