Finalmente, hoy renunció Juan Pablo Schiavi. Catorce
días después de la tragedia de Once, el ahora ex Secretario de Transporte envió
a la Presidenta
una afectuosa carta de renuncia, que casualmente
se hizo pública. Si no la vieron, se las dejo acá abajo. No tiene desperdicio:
Sí, leyeron bien. No, no es una broma. Después
de lo que pasó, este señor se atreve a decir que asumió en 2008 como presidente
de la Administración
de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) “para empezar a cambiar la historia
ferroviaria de nuestro país”. Al parecer, cuando en 2009 fue designado
Secretario de Transporte en reemplazo del cuestionadísimo Ricardo Jaime se
olvidó rápidamente de aquel noble propósito.
Pero hay más: la carta en todo momento hace
hincapié en que el motivo de la renuncia es el estado de salud del ex
Secretario. La leí varias veces, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba,
con y sin anteojos, busqué y busqué, pero fue en vano. No hay ni una coma de
autocrítica. Ni una palabra. Ni una frase. Nada.
Por respeto a los que viajamos todos los días
en tren, por la evidente ineficiencia de su gestión, por los 51 muertos y más
de 700 heridos... por todo eso debería haber renunciado en primera instancia. No
por problemas de salud, que no cuestiono, pero que a esta altura deberían ser problemas
de índole personal de un ex funcionario.
Por otro lado, de qué partido político nació, a qué edad abrazó la denominada causa nacional y popular y si cometió o
no algún pecado venial -sí, también se atreve a ser irónico con su paso por otros partidos y gobiernos- son datos simplemente
desubicados. Resulta desagradable que intente mostrarse frente a los ciudadanos como
un patriota que acudió solícito al llamado del ex presidente Kirchner.
Háganos un favor, tómese los días que necesite
para recuperarse de sus problemas cardíacos y póngase fuerte para encarar la
parte de culpa que le toca cuando la justicia lo convoque. Mientras tanto,
trate de no viajar en transporte público. Es decadente.
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